Qué frase tan desagradable: “las manos delatan la edad de una mujer”. O si no son las manos, es el cuello. O si no es el cuello, el escote. O si no el escote, las arruguitas alrededor de los ojos. No importa qué parte sea: lo importante es que DELATA.
Delata un gran secreto que nadie, absolutamente nadie, debe conocer.
Y yo me pregunto: ¿por qué deberíamos ocultar nuestra edad, como si fuera algo vergonzoso? ¿Por qué una piel lisa vale más que la bondad, las arrugas asustan más que la ignorancia, y las canas son peor que la maldad?
Cada línea en mi rostro es una huella de mis emociones. En algún momento me reí mucho. En otros, lloré. Otras noches no dormí por amor, por estar de fiesta o por una novela que no podía soltar. Y todo eso... soy yo.
Curioso, a un hombre con canas lo llaman “interesante” o “distinguido”, pero a una mujer de su misma edad la ven “descuidada”.
Las manos temblorosas de un abuelo enternecen, pero las de una mujer de su edad... “la delatan”.
No me da vergüenza. No quiero ser “eternamente joven”. Quiero ser real.
Viva.
Una mujer que ha tenido juventud, errores, amores, miedos y su propia historia.
Una historia que no se delata — se cuenta con orgullo.
De la red.
No hay comentarios:
Publicar un comentario