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viernes, 29 de marzo de 2024

VÍA CRUCIS.

 Una de las cosas que más me gustan desde chiquitilla de la Semana Santa es el Vía Crucis. Y no tengo ni idea de por qué.





















jueves, 28 de marzo de 2024

EVOCACIÓN DE LA SEMANA SANTA DE PEPE GARCÍA REINOSO.

 


Ahora que estamos en Semana Santa y nuestro amigo Pepe tiene tanto arte para narrar cosas de nuestro paraíso que cuelgo aquí el último escrito que ha subido a su perfil de Facebook.

“EVOCACIÓN DE LA SEMANA SANTA en un pueblo de La Alpujarra.

Ya casi estamos empezando la Semana Santa. Hoy y ahora, a 60 años vista y a 1.000 km de distancia de los lugares que me vieron nacer y crecer hace 68 años en Cádiar, puedo echar una mirada cargada de recuerdos y vivencias de aquellos "días Santos", como entonces se les decía.

Las celebraciones empezaban el Miércoles de Ceniza, cuando antes de ponernos hechos unos "Ecce Homos" a puñaos de ceniza, se cubrían con un velo morado o cortinilla, todas las imágenes de la iglesia y así estarían hasta el Domingo de Resurrección. 

Yo había sido muchos años acolitillo, en los tiempos previos al Concilio Vaticano II, que tantos cambios introdujo en la vida de la iglesia. Pero todavía se conservaban rituales y celebraciones Medievales. La iglesia abarcaba, controlaba y definía la vida de los pueblos. En la escuela ensayábamos el:

Perdona a tu pueblo, Señor.

Perdona a tu pueblo, 

perdónale Señor.

Y el:

Sálvame, Virgen María.

Óyeme, te imploro con fe.

Mi corazón en tí confía,

Virgen María, ¡¡sálvame!!

Acuérdate de la hora

en que te nombró Jesús, 

mi Madre y mi protectora

desde el árbol de la Cruz.

Sálvame Virgen María....

Recuerdo otro poema para estos días que venía en la Enciclopedia Álvarez de 3er. grado:

No me mueve, mi Dios, para quererte

el Cielo que me tienes prometido.

Ni me mueve el infierno, tan temido,

para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte

clavado en una Cruz y escarnecido,

muéveme el ver tu cuerpo tan herido,

muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor y en tal manera

que aunque no hubiera cielo, yo te amara,

y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,

pues aunque lo que espero no esperara,

lo mismo que te quiero te quisiera.

Todos los viernes de Cuaresma eran de ayuno y abstinencia. Estaba prohibido comer carne.... excepto para  aquellos que pudieran comprar La Bula de la Santa Cruzada, un privilegio del que como es naturan en aquellos tiempos sólo podían disfrutar las clases ricas, aunque a las pobres poco les afectaba porque lo que es la carne, la cataban bien poco. En cuanto a los niños, en el momento que hacíamos la Primera Comunión, ya estábamos obligados a cumplir todos los preceptos religiosos y nos podíamos sentar a comer en la mesa con los mayores, hasta entonces, siempre comíamos en una mesilla aparte. Hoy todo esto es impensable, pero a nosotros bien que nos afectó.

La gastronomía familiar de aquellos días quedaba limitada a potajes, cazuelas y talvinas o migas con engañifa de pescao, chicorias, vinagreras y tronchos en vinagre. Aquellas prohibiciones te abrían las ganas de comerte una sartená tajás de las que se guardaban en la orzas de barro en despensas, alacenas y bodegas, pero si lo hacías te exponías a pasar toda "tu otra vida" ardiendo en los profundos infiernos ¡¡poca broma!! todo lo bueno era pecado entre una dictadura ferrea y una Iglesia inmisericorde y punitiva y de aquellos polvos reprimidos quedaron estos lodos que a tantos han alejado de la religión y las creencias. 

En mi familia, el Jueves Santo comíamos en el Molino de mis abuelos maternos. Mi abuela María nos hacía una cazuela de arroz con bacalo, jarugos tiernos y pimientos asaos. Después nos comíamos unas albóndigas de bogas que mi madre tan meticulosamente había desespinado. Se hacían en una salsa de almendras, ajo y azafrán, muy sabrosas también. De postre disfrutábamamos de  unas natillas con galletas que mi madre también hacía con aquel mítico "Flanín El Niño" y galletas María. Para merendar, poco antes de irnos a la iglesia dábamos buenacuenta  de unas inolvidables tortillas de harina, no era para menos estando, como estábamaos,  en un molino harinero.

El Viernes Santo nos convidaba la abuelita Ascensión y ese día nos comíamos el mítico y sabroso potaje de garbanzos con bacalao, los excelsos "huevos en salsa" y de postre un fastuoso arroz con leche de almendras. Para cenar era costumbre comerse una tortilla de collejas, un pulpo con cebolla y una ensalá caldosa de lechuga o escarola. Siempre caían algunos de los dulces que se habían hecho: borrachuelos, roscos de sartén, galletas de pueblo... Por la mañana ya nos habíamos tomado un buen tazón de café malta con pan de aceite o buñuelos, que también se hacían para estos días.....y previamente unos huevos fritos con ajos o cebolleta tierna, mojeteaos con el pan magnífico que mi madre había hecho.

Se cuenta que una vez fueron tres pavicos a Graná para arreglar algunos asuntillos y entraron en un bar a tomar unos cafés:

-¿Qué querrá usté, señor?

-Pos yo un cafélillo con leche. Dijo uno...

-Pos yo un manchaíllo, que dijo el otro

-Pos yo querría, a poder ser, una ollilla de sopas con Pan de aceite.. que era lo que el buen hombre se tomaba cada día en su casa, jaja.

El Domingo de Ramos era costumbre bendecir ramos de olivo que se llevaban desde cualquier olivar aprovechando que los olivos se "limpiaban" -podaban- en estos días. Los chichillos acabábamos a ramazo limpio corriendo alrededor de la iglesia y calles cercanas. 

El Miércoles Santo, se montaba el Monumento en una de las capillas laterales de la iglesia. Era un altar suntuoso y barroco en el que no faltaba detalle: macetas de damas de noche -freesias- que daban un aroma peculiar y exquisito, aspidistras, aureolas, yedras, ramos de lirios morados y blancos, ramas de peral y ciruelo en flor... eran las flores de temporada y eran las que se ponían. También se colocaban unas curiosas macetas de trigo que habían nacido en sitios oscuros y estaban muy "emblanquiñás" por la ausencia de luz... hasta pájaros cantores ponía María Molina en aquel altar para arrancar aquellos ¡¡¡Ashooooooossss!!! -exclamación pavica- de asombro y sorpresa de cuantos se acercaban al contemplar la exhuberancia ornamental del Monumento...

-Bueno, y qué nombre habéis pensado ponerle al niño? preguntó D. Paco el cura a unos padres que aquellos días bautizaban a su primer churumbel.

-Poz no zabemos, unos quieren que le pongamos un nombre y otros, otro.

-Pues yo si queréis, para evitar peleas, le podríamos poner el nombre del Santo del día y listos.

-Ah, po ezo ezta bien... pero no le vaya a poner usté ar niño "Menumento", agelico. 

Después de la misa de la Cena del Señor, se adoraba al Santísimo, después, bajo palio, y cantando el Cantemos al Amor de los Amores,  se llevaba en procesión hasta el Monumento  donde se guardaba para empezar el velatorio que duraba hasta la tarde del Viernes Santo. En aquella larga noche, eran muchas las mujeres, sobretodo, que se pasaban la noche en la iglesia y como es natural, daban sus "cabezaíllas" para quebrar el sueño, momento que aprovechábamos algunos acolitillos para atar los largos flecos de los mantones de lana que llevaban a la pata del banco, mientras daban inútiles tirones para intentar taparse, pues todavía hacía frío y más en aquella iglesia enorme y gélida... a la que descubrían la trastá, desataban el mantón mientras se cagaban en el Dios que nos jizo... y que el Señor nos perdone.

También nos teníamos que quedar algún acólito vigilando las velas que ardían, a fin de que no se gastaran y quedará "un cabillo", un trozo de cirio sin quemar que se devolvía a los fieles que habían llevado aquellas velas y que luego se encendían cuando había tormenta mientras se recitaba: Santa Bárbara bendita, que en el Cielo estás escrita, hija del emperador, líbranos de la centella y del rayo que es peor.

El Viernes Santo se hacía el Viacrucis a las 12 de la mañana con las imágenes del Nazareno y la Virgen de los Dolores. La del Nazareno era uno de "los Santos" que más miedo me daba cuando tenía que cerrar la iglesia a las 10 de la noche, estaba en penumbra y cuando pasaba frente a su capilla y le veía con su torturada cara de angustia y el pelo natural que medio la cubría.... creía que vendría tras de mí y me cogería. Andando el tiempo comprendí el porqué de aquellos miedos, creo que es el realismo y la belleza natural de la imagen, que parecía viva,  lo que realmente me aterrorizaba.

Por la tarde se hacían los Oficios, se cantaban responsos en latín, del canto gregoriano y se hacía el Sermón de las Siete Palabras: El sol se tapó, la Tierra tembló y el velo del Templo -de Jerusalén- se rajó y hasta los muertos salieron de sus sepulturas... mientras el cura recitaba, unos acólitos armados con mazas o martillos daban unos golpes sobre unos cajones forrados de chapa y otros descorrían el velo morado que cubría al Santo Cristo ¡¡qué terror, por Dios!! como pa no acojonarse!!

Despué se hacía la procesión del Santo Entierro, como éramos un pueblo sencillo y pobre y no había imagenes suficientes para representar todos los misterios, se vestía a la Virgen de la Esperanza con un manto negro, se le ponía sobre un cajón, a modo de regazo, la cabeza de un Cristo que se había salvado de los incendios de la guerra y simulaba una Virgen de las Angustias. Por la noche volvía a salir la Virgen de los Dolores, esta vez como Soledad... y así pasábamos la semana. Mis abuelas contaban que antes de la guerra se hacían "las cortesías" que eran dos procesiones simultaneas que salían de la iglesia por diferentes itinerarios, una con una imagen de Jesús y otra de la Virgen y en un momento dado se encontraban en la placeta del Prado y se saludaban "cortésmente", de ahí el nombre. El Resucitado se ve que  llevaba unas articulaciones en los brazos que al moverlos parecía dar la bendición. 

El Sábado de Gloria, se hacía la vigilia Pascual, había que ir a buscar un brasero para el ritual del fuego y encender el cirio Pascual, que ardería durante cada ceremonia hasta el día de la Ascensión, 40 días después de la Resurrección y bendecir el agua para bautizar y santiguarnos cuando entrábamos en la iglesia, para ello se utilizaba un aceite -el aceite Crismal- que había sido consagrado por el Arzobispo de Granada el Martes Santo en la catedral. Con este aceite se ungía también a los enfermos al darles la Extremaunción poco antes de morir. Esta ceremonia empezaba a las 11 de la noche y teníamos que subir dos acolitillos hasta lo alto de la torre de la iglesia para anunciar la Resurrección con un repique de las dos campanas a las 12 de la noche... ni que decir tiene el miedo que pasábamos hasta llegar hasta arriba y el frío que allí hacía a aquellas horas, pero bueno, todo fuera "ad majorem Gloria Dei". Como todavía quedaban rituales paganos, era costumbre, durante ese repique, coger chinas del río  para después tirarlas en la dirección de los cuatro puntos cardinales cuando había tormenta, ritual parecido al del cabillo de vela y a otro que también se hacía, sacando "las estreves" y poniéndolas al revés de como se ponían en la lumbre.

En fin, mientras ésto ocurría, los chiquillos ya sonábamos con S. Marcos, sus hornazos y el jolgorio de ir al campo a matar el diablo... pero eso todavía tardaría unos días en llegar.    “

martes, 26 de marzo de 2024

MI SERAFÍN.






 Hoy me siento triste porque hace veintiún años que te fuiste y aunque ya no estás aquí, quiero que sepas cuánto te quiero y cuánto te echo de menos, que tus recuerdos y tu espíritu vivirán siempre en mi corazón.





lunes, 25 de marzo de 2024

JUBILACIÓN DE "EL PILO"

 Hay lugares que son felicidad. Esos que un día descubres y que se quedan para siempre en nuestra memoria y formarán parte de nosotros para toda la vida. Estarán almacenados en nuestra fábrica de recuerdos. Ese es el bar de EL PILO, un lugar lleno de emociones cargadas de añoranza, nostalgia y amistad, que formará para siempre parte de nuestra vida.