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martes, 27 de abril de 2021

Quiérete.

 Quiérete. Quiérete un poquito mejor. Quiérete como jamás te has querido. Como te mereces. Como tienes que hacer para que ahí fuera también te quieran. Quiérete primero tú. Y luego a quien prefieras. Pero hazlo. No te abandones. No te conformes. No te dejes escapar. Créeme, eres lo mejor que te va a pasar en la vida. No te falles. No te descuides. Valórate. Vales más de lo que te imaginas. Más de lo que dicen. Más de lo que tú misma crees. Sonríete. Mímate. Cada día. Hazte valer, demuestra de qué estás hecha. No dejes que te pisen. No lo hagas. No pases de ti. 


Por favor, cuídate.


domingo, 25 de abril de 2021

SAN MARCOS

Relato de José García. Reinoso:

“EL DÍA SAN MARCOS....

Recordando a mis padres, a mis abuelas, a mis tías, a los amigos de la familia y a cuantos nos hicieron felices, en unos tiempos muy duros, preparando y llevando a cabo esta entrañable fiesta campesina  y popular que,  quienes como yo, tuvimos el privilegio de vivirla y disfrutarla.....¡¡no la olvidaremos jamás!!

Escribo esto en las horas previas al gran día de S. Marcos, cuando ya nos habíamos preparado cada uno nuestra cesta de "tapaera" repleta de dulces, embutidos, refrescos, frutas y el hornazo con los huevos que nos tocaran por edad, que empezaba con un huevo y un bollillo chico y podía acabar con uno de seis huevos, y hasta más. Esta noche, apenas dormíamos, era tanta la excitación y la emoción pensando en la fiesta. Dormíamos, es un decir, cada uno con su cesta al lado de la cama para evitar los naturales saqueos entre hermanos y los rifirafes por un quítame allá una galleta de coco.

De hecho, la fiesta, se empezaba a preparar a primeros de abril, cuando había que ir guardando los huevos de las gallinas para los hornazos y demás dulces que se hacían. Unos cuantos días antes ya se empezaban a elaborar los dulces típicos, para lo cual se juntaba la familia. La tita María hacía unos roscos de viento y una torta de Litines  inolvidables La tita Martirio -extraordinaria dulcera- hacía galletas rizás, madalenas, mantecaos y bollos de tala y a mi madre se le daban muy bien los roscos de sartén y los borrachuelos. Todo se hacía entre todos y luego se repartía. Un par de días antes se hacía un amasijo para los hornazos y pan de aceite. A mi me encantaba ayudar y colaborar en todo aquel jaleo: darle a la manivela de la máquina para hacer las galletas rizás, recortar y envolver los mantecaos..... todo el pueblo se llenaba de aromas de dulces caseros y pan ¡¡qué delicia!! aquel pan de nuestro trigo "Candeal" claveteado de los huevos de nuestras gallinas!!!

Para comer se hacían "asaíllos de pollo o conejo", pipirranas, ensalaíllas de tomates secos con bacalao o atún, se empezaban los brazuelos y se probaba el primer salchichón y lomo en tripa de la matanza y con los huevos de los hornazos, vino del terreno, refrescos de ca los Laras o Rosendo Martínez, que ayudaban a digerir los sólidos... ¡¡comíamos como reyes!!. Nunca faltaban las naranjas de Ugíjar, que se compraban "por cientos y medios cientos" en los mercaos de Cádiar,  los peros de los Bérchules y Mecina que habíamos cambiado por caquis y uvas y algún plátano -toda una rareza entonces- y que le  comprábamos a Luis el Marcelo.

La economía de aquel tiempo era de pura subsistencia, con poco dinero disponible para comprar, así era que se intercambiaban los ricos productos que se producían en toda la Alpujarra desde Sierra Nevada al mar y así los  disfrutábamos todos.

Ya he comentado que la noche anterior  se dejaban preparadas las cestas, mis padres llevaban la que se ve en la foto, hecha con mimbre pelado por la Pintá y su marido, unos gitanos de Pitres que se asentaban cada verano a la orilla del río Guadalfeo, frente al molino de mis abuelos y hacían primorosamente todo tipo de cestas, canastas, tabaques, menueros.... verdaderas obras de arte. Como que se les acogía en el molino, cuando se casaron mis padres les regalaron la hermosa cesta de la foto "pa matar el diablo" y que aún conservamos como una joya en nuestra casa de Cádiar.

El día de S. Marcos, ya nos levantábamos al ser de día, nos tomábamos un tazón de sopas de pan de aceite y ayudábamos a mi padre a aparejar los dos mulos que teníamos entonces, el Pardo y el Mojino. Ese día les echábamos una manta sobre los serones  para que se subieran mi madre y mis hermanos pequeños y que serviría después para echar la siesta bajo alguna sombrica.

Cargábamos a los mulos con las cestas más grandes y junto a mis tíos emprendíamos el camino hasta el Portel, a un par de km. de Cádiar donde teníamos un cortijillo y pasaríamos el día. Allí nos juntábamos con otros familiares y amigos que también venían: Alvaro Olvera y Encarna Ortega, buenos amigos de mis padres, la tita Anita López y su familia, Pepa y Félix Vargas, Emilia y Trina las estanqueras, Conchita Alonso -abuela del tenor Zapata- y su familia, los compadres Agustín y Gabriel....¡¡un gentío!!

Al poco de llegar, los críos  ya teníamos hambre y empezábamos a picotear de nuestras cestas hasta que ya bien instalados, personas y bestias,  se extendían unos manteles sobre la hierba tierna de los "rueos" del cortijillo y comíamos todos,  cada familia sobre su mantel,  formando un hermoso cuadro costumbrista, afectuoso, divertido y fraterno,  que ahora me recuerda "La pradera de S. Isidro" y  que para sí hubiera querido pintar Goya. 

Después de aquel primer "piquislabis"  los niños íbamos a buscar "el diablo", simbolizado en unas matas de lechetrezna -Euphorbia- como las de la foto. Esta planta simbolizaba a las malas hierbas invasoras de campos y sembrados que había que eliminar para preservar las cosechas. Una vez identificada la planta, la arrancábamos con furia, le atábamos una tomiza por la zona de las raíces y mientras una niña o un niño tiraban de ella corriendo, el resto de niños, armados de cañas y "estaullos" la miraban de apalear hasta dejarla destrozada ¡¡y con qué ganicas le arreábamos!!, entonces se iba a buscar otra y hacíamos lo mismo. Este acto era el verdadero sentido de la fiesta "matar al diablo" y a fe que lo conseguíamos. 

Para hacer la comida fuerte del día buscábamos unos buenos sombrajes, generalmente acabábamos comiendo en la alameílla del tite Joaquín, tocando la frescura de la Rambla que baja de la Glorieta. Otra vez se extendían mantas y manteles y se vaciaban las cestas de los mayores, entonces dábamos cuenta del segundo elemento del ritual festivo: el hornazo. Qué ricos aquellos huevos cocidos sobre el pan en el horno!!, catar el primer salchichón, el primer trozo de brazolillo, junto a la pipirrana, el asaíllo y la ensalailla y luego todos los dulces...,  todo esto se hacía en medio de un jolgorio general, trufado de innumerables notas de humor en un ambiente festivo y cordial; como el año aquel en que Álvaro Olvera, que era un buen carpintero, como empezaban a llegar las primeras teles al pueblo se ideó y fabricó una especial consistente en un cajón de madera con una tela metálica por uno de sus costados y dentro metió una gata con su camada y la colgó de un álamo para que mientras comíamos pudiéramos disfrutar de un concierto de maullidos gatunos, mientra él los intentaba acompañar, armado de un enorme guitarrón de madera maciza, cuya correa para colgar era un trozo de ramal que le había quitado a un marranillo que en su casa tenían... ¡¡las carcajadas  y las risas, apenas nos dejaban comer!!.

Después de comer, beber y reir bien, apetecía echarse una siestecilla al fresquito del aire de la alamea, se extendían las mantas y todos los mayores a dormir.. bueno, hasta que a mi Paco y a mí se nos ocurrió darle piquera a la balsa que estaba unas cuantas paratas encima y guiamos el agua a la zona de siesta....¡¡la que se armó cuando el primer durmiente sintió el frescor del agua en el culo!! si aquel día se llega mi padre a enterar que habíamos sido nosotros, hubiéramos salido al otro día en los periódicos, pero en la crónica de sucesos.

Todavía quedaba la traca, cuando mi padre, Álvaro, el tite Domingo y el tite Tobalico, ataviados como señoricos estrafalarios, con viejos abrigos largos y gafas de alambre improvisaban numerosas charlotás. Un año pararon la Alsina, el autobus que hacía el trayecto hasta Granada, subieron y convidaron a todos los viajeros a vino, tapas y dulces.. al final acabaron bajando todos y bailando un pasodoble tocando "clavelitos" y los demás cantando y bailando. A todo esto ya se habían unido al jolgorio José el Herraor y su familia y otros vecinos de labor que lo celebraban allí cerca. ¡¡¡Ni en los Carnavales se armaba tan gorda!!! Se seguía con algunos juegos populares:, el ramal, el boli, la barra y la rueda, donde las niñas cantaban aquello de: A mi novio lo cogí, lo puse en un plato fino, los gatos se lo comieron, creyendo que era tocino. A lo que contestábamos amablemente los niños: Eres más fea que un chucho, más negra que una morcilla, más derecha que una "joz", qué quieres más que te diga?. Se cantaban los populares remerinos de Cádiar: Debajo de tu ventana, me dio sueño y me dormí, me despertaron los gallos, cantando el kikiriki... arroyo que me lleva el agua, me lleva el río, la flor de nácar, la flor del lirio, arroyo que me voy contigo.

A la que se ponía el sol, volvíamos a atacar las cestas que guardábamos en el interior del cortijo, intercambiábamos dulces y galguerías y picoteábamos de lo que más nos gustaba.  Hacíamos una rueda final en la placetilla  cantando el  "echemos la despedía, la que Cristo echó en el cerro, que al mozuelo que no cante, que le cuelguen un cencerro" y el "Adios con el corazón, que con el alma no puedo.... Cargábamos los mulos con todos los "apechusques" otra vez y ya anocheciendo entrábamos en el pueblo cantando: venimos de casa campo, venimos de merendar, habemos comido lengua y tenemos ganas de hablar... y el que no nos quiera oir, oir, oir... a la m... se puede ir, se puede ir, se puede ir...

Mientras descargábamos las cestas y deshaparejábamos los mulos... ya empezábamos a soñar con el S. Marcos del siguiente año.

Vivimos tiempos duros, ya este será el segundo año que no se podrá celebrar a S. Marcos como se debiera,  pero  los que vivimos aquella fiesta hace 60 años, y mientras podamos tener memoria de lo que fuimos.... cuando llegan estos días, año tras año, seguiremos recordando y celebrando en nuestro corazón y en nuestra vida toda, aquellos Sanmarcos en los que fuimos tan felices y esos sí que no nos los podrá impedir celebrar ningún gobierno ni ningún virus, por más Covid-19 o 20 que sea.

viernes, 16 de abril de 2021

NUEVAS MEDIDAS ANTICOVID.

La única manera de que esta puñetera pandemia acabe es la VACUNA, así que seamos responsables y solidarios y vacunémonos.


 

sábado, 10 de abril de 2021

Reflexión.

 Aprendemos que la vida es dura y que los días malos también existen. Que no se trata de ser perfecta , sino de ser real. Aprendemos que de los defectos y los errores también se aprende y que solo hay que aceptar a quien nos quiere así, con todo. Aprendemos que los sueños se cumplen, aunque a veces tarden más de la cuenta. Y que hay que ponerle ganas porque a veces suerte ya no queda. Aprendemos a no rendirnos, a intentarlo aunque suene imposible y a tirar por encima de cualquier ‘no puedes’. Aprendemos  a darnos cuenta de los que son de verdad, los que no fallan, ¡ni con una pandemia de por medio! Aprendemos a darnos cuenta que el interés, la actitud y las ganas son lo que marcan la diferencia. Y que tiempo siempre se saca cuando alguien importa. Aprendemos a querernos cuando nos damos cuenta que eso es el principio para que los demás también lo hagan. Aprendemos  a hacer lo que queremos y cuando queremos  sin dejar que nadie nos frene. Porque no está la cosa para quedarnos con las ganas. Aprendemos que la vida se escapa, que no espera y que tenemos que aprovechar cada instante que se pone por delante. Porque quién sabe, puede ser el último.


lunes, 5 de abril de 2021

DEDICADO A MI MADRE.



 𝗟𝗢𝗦 𝗕𝗢𝗧𝗢𝗡𝗘𝗦 𝗗𝗘 𝗠𝗜 𝗠𝗔𝗗𝗥𝗘


Deshacer la casa de tus padres es el siguiente escalón a enterrarlos, un duro trago que se hace con una mezcla de ternura, emoción y tristeza infinita. 

Es rescatar recuerdos, encontrar pequeños tesoros que no recordabas o que ni siquiera sabías que existían.

 Te sientes como un ladrón abriendo cajones cerrados con llave, como un intruso que husmea en intimidades ajenas. 


Encuentras tu propio pasado, recuerdos de infancia, la tuya, la de tus padres, incluso la de tus abuelos, mezclados con trazas de tus propios hijos, fotos, dibujos “para la mejor abuela”, tarjetas…. Podrías pasar días, semanas, quieres terminar de organizarlo pero también quieres que nunca acabe, que continúe como metáfora de aquel primer cordón umbilical, como esa última oportunidad de sentir su olor, todavía en los armarios llenos de sus ropas.


En una de esos ratos de lágrimas y de sonrisas, encontré los botones de mi madre, un enorme regalo para la imaginación y la reflexión. He pasado dos tardes clasificándolos, mirándolos, casi mimándolos y al final dejando plasmada su existencia en esta foto como un homenaje a la mujer excepcional a muchos niveles que fue mi madre. 


Pero muchos de sus atributos son comunes a una generación de mujeres, aquellas que fueron niñas de la guerra y la posguerra pasando hambre y miedo, adolescentes y jóvenes con una educación limitada (“ser médico es de hombres”), mujeres siempre a la sombra y tutela primero de padres y luego de maridos (la generación que ni siquiera podía abrir una cuenta en el banco o tener una propiedad si no era con un varón) pero excelentes economistas que eran capaces de ahorrar, de dirigir familias numerosas, fantásticas cocineras, cuidadoras dedicadas, maestras de vida.


 Mujeres que individualmente no han hecho historia pero que como generación trabajaron para levantar un país en ruinas y para que sus hijos fuéramos mejores y tuviéramos más que ellas mismas. Unas luchadoras.


Los botones de mi madre me han contado muchas cosas; he encontrado el pasado familiar en formas varias y materiales diversos: cuero, nácar, metal, madera, plástico….; leo historias en botones de los años 50 que reconozco en una foto amarillenta de mi abuela, los de las trenzas infantiles, ropa de fiesta, de batas de estar en casa, los del uniforme de gala de ingeniero agrónomo de mi padre, de las camisas de los babis del colegio, botones minúsculos de ropitas de bebé, botones forrados….hay cientos de botones, algunos preciosos, otros horribles. 


Resulta que en mi casa nunca se tiraba un botón, cuando una prenda se jubilaba, se guardaban los botones y se hacía trapos con la tela. Un eterno “por si acaso” y un constante “esto ha costado dinero”. 


Y en estos cientos de botones leo el salto generacional e intuyo cómo hemos cambiado y quizás, lo que hemos perdido.


Lo que no sé es cuantos botones faltan, cuantos realmente fueron de utilidad, cuales se injertaron en otra prenda; la bolsa solo tiene los que nunca llegaron a ver más vida que la foto en la que ahora quedan inmortalizados. Y es que al final, la vida quizás sea solo eso, una enorme bolsa de botones.


De. Mónica Lalanda.

Garabatos del tiempo


#Garabatosdeltiempo

domingo, 4 de abril de 2021

PENSIMIENTOS.



 Creo en las personas que te alegran el día. Las que marcan la diferencia y te salvan con un simple abrazo. Creo en las charlas al sol, y en los brindis por lo que sea. En los “a la primera invito yo”, simplemente para que haya una segunda. Creo en las personas de verdad, en las que tienen buen corazón, y en las que no fallan. Las que se quedan, y hacen el camino más fácil. Creo en la compañía, independientemente del lugar. Porque al fin y al cabo eso es lo que importa. Creo en las risas interminables, la complicidad y el cariño. En las personas que saben ser, y no solo estar. Creo en las cosas bonitas de la vida, y en las personas que la hacen más bonita aún.



Qué ganas de viajar. De buscar un billete a donde sea, hacer la maleta y recorrer mundo en la mejor compañía.

Qué ganas de abrazar, bien fuerte, y quedarnos ahí un ratito. Sin tener que echar la cara para otro lado.

Qué ganas de besar. De saludar con dos besos, o con uno. De dar besos sonados a quienes más queremos. Sin miedo.

Qué ganas de una reunión familiar, en una misma mesa, así, mezclados unos con otros, pegaditos, disfrutando.

Qué ganas de reencontrarnos. De apretujarnos. De estar cerca, sin distancia, sin límites.

Qué ganas de comer y tomarnos una copa, o las que sean, donde nos dé la gana, a la hora que sea, sin mirar el reloj. Sin acabar antes de lo que queremos. Sin pensar cuántos somos.

Qué ganas de achuchar a nuestros abuelos sin ponerlos en peligro.

Qué ganas de una buena feria, unos bailes sin límite, un brindis por todos. Así, juntos. De salir de fiesta y rompernos la voz, los pies, y la risa.

Qué ganas de las charlas interminables, y que dé igual si a un centímetro, o a dos. Si hablando fuerte o flojito.

Qué ganas de una tarde de domingo en casa, todos, sin ventanas abiertas, ni el agobio encima.

Qué ganas de que podamos estar juntos en los momentos más duros, más difíciles y en los que más necesitamos a alguien al lado.

Qué ganas de ir sin mascarilla, de sentir el aire puro sin nada que lo frene. De enseñar nuestra mejor sonrisa, y no solo con los ojos.

Qué ganas de normalidad, de darle una patada al covid, de volver a ser libres, sin miedos y sin pensar demasiado. 

Qué ganas, simplemente, de volver.




Esta noche me paso simplemente para decirte que te echo de menos. Y ya está. Que te sigo recordando a cada paso. Que sigo viéndote en las personas que más te quieren. Sigo viéndote en tu rincón de siempre. En cada lugar y cada momento. Sigo sintiéndote aquí, con nosotros. Con tu sonrisa, con ese sonido de tu risa. 

Hoy solo quería decirte que te recuerdo a cada paso, y que qué bueno saber que jamás te irás, aunque ya nunca vuelvas.




Ojalá pudiésemos volver. Volver a aquel momento, donde no faltaba nadie.

Ojalá pudiésemos seguir en aquel instante donde éramos felices.

Ojalá no hubiésemos conocido lo que es el dolor. Ni tuviésemos que aprender a despedirnos.

Ojalá no supiéramos lo que es echar de menos.

Ojalá mirar al cielo no doliese.

Ojalá, ojalá hubiésemos podido parar el tiempo.


jueves, 1 de abril de 2021

CONCIERTAZO DE NUESTRA BANDA DE MÚSICA.

 Esta tarde, y gracias a la Asociación musical San Blas de Cádiar que ha transmitido en directo el fantástico concierto de nuestra querida banda, hemos podido disfrutar de su magnífica música desde nuestras casas. Enhorabuena a todos.

Y como muestra, un botón...









MUESTRA FOTOGRÁFICA "EL ALMA DESGRANADA".

 

Hasta el cuatro de abril estará abierta la exposición de 11 a 13 horas en la sala Federico García Lorca en el edificio de la Mancomunidad frente al Ayuntamiento de Cádiar.

Es preciosa.