Aprendí que una noche puede ser inolvidable sin importar el sitio, mientras que la compañía sea buena. Que al fin y al cabo es lo que cuenta. Aprendí que hay risas que te devuelven a la vida. Y hay sonrisas que se te escapan sin darte cuenta. Y oye, alegran el día. Aprendí que a veces miras al lado y no te sientes sola. Y miras al otro, y tampoco. Que hay personas que hacen todo un poco más bonito y menos difícil. Y que son pura vitamina. De la buena, de la que sana. La que te da paz. Aprendí que la vida es complicada, y a veces más de la cuenta, pero que de todas se sale. Con más cicatrices, pero se sale. ‘Lo que no te mata te hace más fuerte’, dicen. Y aquí estamos, más fuertes que nunca. Aprendí que hay ratitos que marcan la diferencia y que debemos aprovecharlos al máximo. Queriendo sin miedo. Soñando despierta. Riendo sin parar. Sanando a cada paso. Y viviendo como si no hubiese un mañana.
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