Otro verano que va camino del horizonte de nuestra memoria y que probablemente nos haya enseñado algo que ningún otro verano nos volverá a enseñar, o como diría alguien que conozco un “lo tomas o lo tomas” porque lo que viene siendo dejarlo, nunca lo podremos dejar.
A lo largo de la época estival nos ocurren muchas cosas, la mayoría de las cuales nos acompañan durante todo el año. Cosas que nos hacen soñar con esas mismas cosas en su versión mejorada para el próximo verano, promesas que hablan de esperas y reencuentros en mares del norte, del sur, del este y del oeste que mientras tanto, bañan las playas en las que estuvimos y nos vuelven a esperar, noches increíbles en las que los minutos del reloj tienen el doble de segundos o mejor dicho, noches en las que no existe el reloj y las noches se vuelven días y días que se vuelven noches. Es utópico, aun no te has ido y ya estamos deseando que vuelvas, estamos absolutamente enamorados de ti, verano.
Me enamoran los mañaneos sin frío, los paseos interminables,  las caminatas al agua agria, las noches en Morayma, en el parque, en las terrazas..., el reencuentro con familia y amigos, las fiestas con mis primos en el cortijo, las salidas improvisadas, los pueblos que saben a ti, verano.
Y la gente que viene a los pueblos contigo para transformarlos en las mas grandes, polifacéticas y divertidas ciudades que jamás podríamos imaginar, porque por mucho que te imaginemos siempre nos sorprendes y eso nos gusta,nos apasiona, tenemos una especie de tensión sexual, que por mucho que lo intentemos jamás vamos a conseguir solucionar, nos encantas.
Necesitamos gasolina y energía para el invierno y el otoño, para primavera no tanto, porque la empezamos a tomar como nuestro pre-verano particular, pero para el resto eres nuestra BP oficial y particular, o la marca que más os guste que a mi lo del marquismo me da exactamente igual. Que creo que no me equivoco si hablo por todos y digo, que ojalá abriéramos los ojos después de terminar esta entrada o levantáramos la cabeza y estuviera encendido nuestro testigo de “reserva” particular y volviéramos a empezar.
Y eso que aún, con todo lo que hemos vivido, no aprendemos que idealizar nos hace tropezar y que por mucho que queramos, los días no pasan más rápido si no los aprendemos a disfrutar. Los disfrutones y disfrutonas, sabéis de lo que hablo ¿verdad?.
Que los veranos no se repiten y que los amores de verano, en la mayoría de los casos están abocados a terminar, que aquella gran pandilla que tuvimos nunca más volverá a ser igual, que la gente cambia y en ocasiones no vuelve, que cada año tenemos un año más y estamos más cerca de ser los más viejos de ese lugar, que como decía Mandela:
“no hay nada como volver a un lugar que no ha cambiado nada, para descubrir que el que ha cambiado has sido tú”
Algo así nos pasa cada verano.
Pero aunque cada verano sea un año más, aunque no volvamos a tener esa gran pandilla, aunque los amores de verano no duren y nos demos cuenta de que nos hacemos mayores, te vamos a seguir esperando y queriendo igual.