Hay que pedirle a la vida una segunda oportunidad. Abrir de par en par las ventanas para que entre el sol cada día y dejar pasar aires nuevos que se lleven ese olor a rancio que nos dejan las frustraciones y algunas personas. Arriesgarse siempre, si no lo hacemos, nunca seremos nosotros y además de ese horrible olor nos quedarán las dudas.
Saber que las mentiras, las risas con desgana y los elogios enmascarados siempre duelen. De la gente de "Tiro la piedra y escondo la mano" siempre lejos.
Quitarnos las espinas que llevamos clavadas en el corazón. Una a una, despacio, suavemente. Hay que aprender a convertir lo amargo en dulce, lo bueno en infinito...
Hay que encender ilusiones como si fueran estrellas e iluminar este mundo con su luz.
Y creer que somos capaces de conseguirlo.
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