Vistas de página en total

sábado, 31 de mayo de 2025

RECUERDOS MARAVILLOSOS.

 Hoy siento añoranza por cada niño y niña que ha pasado por mi vida y que me ha enseñado a ser mejor persona. Porque todos y cada uno me han enseñado. Recuerdo cada cara y cada expresión en un momento determinado, los trapicheos que tuve que hacer con algunos, las risas de la clase, las miradas cómplices y limpias, las sonrisas, la cara de satisfacción cuando aprendían algo nuevo, nuestros libros de clase, el olor a tiza, las salidas al entorno, los juegos y trabajos cooperativos, nuestras fiestas, los juegos de patio, cuando me veían seria siempre había alguien que me hacía reír, nuestros ratos de diálogo, nuestros enfados, nuestro huerto en clase, nuestros viajes, el olor a goma de borrar, el olor a libros nuevos, la clase siempre adornada con sus trabajos, nuestra biblioteca de clase, nuestras exposiciones, nuestros teatros, en los últimos años el uso de la pizarra digital y los ordenadores. 

Madre mía, son tantas sensaciones y tantos recuerdos que no podría enumerarlos.

Me sentía tan feliz en la escuela que cuando me jubilé me di cuenta de que existía la vida por las mañanas fuera del colegio.

He tenido la profesión más hermosa del mundo.

Voy a subir algunas fotos y videos.






















miércoles, 28 de mayo de 2025

“No es arrogancia. Es claridad." — Meryl Streep

Esto lo pongo porque es lo que hace falta.



“Llega un momento en la vida en el que algo cambia.


No es que te vuelvas fría o distante.
Es que finalmente entiendes el valor de tu tiempo, tu energía y tu paz.
Y dejas de regalarlos a quien no los merece.

He perdido la paciencia para ciertas cosas — y no porque me haya vuelto amarga.
Sino porque me volví selectiva.

🚫 Ya no tengo tiempo para el cinismo, la crítica excesiva o las actitudes pretenciosas.
🚫 No me esfuerzo en sonreírle a quien no tiene intención de devolver la sonrisa.
🚫 No paso ni un minuto con personas que mienten o intentan manipularme.

Ya no tengo la necesidad de agradar a quienes no les agrado, ni de buscar amor donde no se me ofrece libremente.

No quiero convivir con la hipocresía, la falsedad o los halagos vacíos.
He decidido alejarme de quienes no me ofrecen la paz que ahora valoro tanto.

Tampoco tolero la erudición selectiva ni la arrogancia intelectual.
Evito los chismes, los conflictos innecesarios y las comparaciones constantes.

🧠 Creo en los contrastes. Encuentro equilibrio en las diferencias.
Por eso me alejo de las mentes rígidas, incapaces de adaptarse.

🤝 En la amistad valoro la lealtad, no la perfección.
No me rodeo de personas que no saben dar un cumplido sincero o un gesto de aliento.

Quienes exageran todo me aburren.
Y quienes no aman a los animales… me resultan ajenos.

Y sobre todo:
Ya no entrego paciencia a quienes no la merecen.

✨ No se trata de crueldad.
Se trata de madurez.
De una declaración interna que dice: "Mi paz es mi prioridad."

Y quizás, esa es la forma más poderosa de libertad.”

lunes, 26 de mayo de 2025

LOS FELICES AÑOS VEINTE.

Artículo de Antonio Lara Ramos.


Iniciábamos la tercera década del siglo XXI los años veinte tras una crisis económica y una pandemia como nunca habíamos tenido. Éramos sometidos a confinamiento y medidas de prevención que ponían en jaque la normalidad de nuestras vidas. Nos sentimos vulnerables, murieron miles de personas y, a golpe de mensajes optimistas, no solo cantábamos ‘Resistiré’, también lanzábamos consignas vitalistas: ‘todo cambiará’, ‘saldremos mejor de esto’. La economía hundida, las pérdidas contadas en cifras escandalosas. Superados los momentos críticos nos arrojábamos a conquistar calles y espacios públicos con deseos desbordantes de libertad, recuperación de la normalidad secuestrada, dispuestos a que nadie viniera a amargar nuestra existencia. 

Mediada la década, estamos en condiciones de hacer balance y rebajar tanto optimismo, mientras recordamos aquellos otros años veinte del siglo pasado. Nuestros abuelos venían de una época oscura, pandemia de ‘gripe española’ incluida, y la Primera Guerra Mundial la ‘guerra total’ como denominaba Eric J. Hobsbawm, con irresistibles deseos de euforia, de asir la vida con energía y vivirla frenéticamente, eran lo que la Historia denomina, con ocioso eufemismo, ‘los felices años veinte”. Las imágenes de entonces muestran escenas festivas a ritmo de Charleston, tipos impecablemente ‘esmoquinados’, mujeres con vestidos adornados de pedrería colgante, jolgorio ahogando penas, mucha música, jazz, desfiles teñidos de negro de Coco Chanel... Disfrutar la vida a toda costa, olvidando penurias pasadas. La república de Weimar enarboló la esperanza de una Alemania democrática y menos belicista, entretanto la prosperidad económica no ocultaba los peligros por venir: fascismo, crac del 29 o una nueva guerra mundial.

La novela El gran Gatsby’ (Scott Fitzgerald, 1925) retrata aquella vacuidad del poder del dinero y la miseria. El joven Nick Carraway narra una historia de derroche, donde se conjugan los turbios intereses y la feracidad por conquistar la vida de Jay Gatsby, personaje de fortuna advenediza y misteriosa vida, a través de la visión decrépita de una sociedad que acabaría colapsada. 

Aquellos ‘felices años veinte’ fueron testigos de la irrupción del ampuloso y sincrético fenómeno artístico y cultural Art déco. No era un estilo definido y sí una amalgama de estilos para comprender lo que representaba, tras la ‘guerra total’, la explosión de sentimientos dispuestos a ocultar el horror vivido. Un terremoto de vida y conquista de ilusiones rotas y perdidas. Amalgama de estilos que pretendían no desperdiciar un gramo de vida mancillada por la muerte y el sufrimiento experimentado. Nada se podía desechar, todo era válido, una nueva evocación creativa impregnando variadas creaciones artísticas, artes decorativas u otras formas de expresarse, así vino la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industrias Modernas de París, 1925. La modernidad impuesta, la conquista de lo innovador y del renacer para un tiempo nuevo. Sin embargo, aquel tiempo que parecía huir de la barbarie y la destrucción atesoraba ideas y maldades incubadas, consecuencia de conflictos que habían sembrado demasiado resentimiento y odio. 

Art déco, el estilo de la edad de las máquinas, de nuevas tecnologías e inventos surgidos dentro de la destrucción bélica, puestos al servicio de la maquinaria de guerra. Aparecieron otras tipografías negrita, sans-serif...— y diseños: facetado, líneas rectas, quebradas, grecas…; nuevos materiales aluminio, acero inoxidable, laca, madera embutida...; la construcción de grandes edificios: Chrysler o Empire State en Nueva York, la capital del neófito orden mundial. Estilo opulento y exagerado, representaba la reacción a la austeridad forzada de la guerra, un irrefrenable deseo de escapismo observado en la pintura de Tamara de Lempicka, eminente representante de la estética del glamour, sofisticación, elegancia y modernidad de aquellos ‘felices años veinte’.

Cuando nosotros pretendimos generar una explosión de vida tras la pandemia de 2020 nos lanzamos a restaurantes, terrazas y discotecas, pero se nos olvidaron valores como solidaridad, respeto o empatía, sumidos en sueños imperialistas de Putin, el negacionismo de Trump o la creciente xenofobia. El mundo de nuestros años veinte lo convertimos lo estamos convirtiendo en un erial insolidario, violento, sujeto a la codicia, transgresor de derechos humanos, de una conflictividad grosera…, mientras el monstruo de la antipolítica recorre el mundo y corroe nuestras mentes, y las democracias entran en crisis y ascienden las autocracias, dibujando un futuro tremendamente incierto. 

Los países ya no cooperan para la paz o contra el cambio climático, lo hacen para la guerra y la destrucción, intercambiando drones y bombas. Convivimos con mandatarios sanguinarios y déspotas. El historiador Heinrich A. Winkler (El largo camino hacia Occidente) dice que vivimos la ruptura histórica más profunda desde la caída del muro de Berlín. El orden mundial basado en el derecho internacional peligra, la ley del más fuerte se impone. Adiós a la comunidad de valores para la convivencia. Adiós a la Carta de París de 1990 de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), garante del derecho a la soberanía nacional o la integridad territorial. Se imponen visiones autoritarias e imperialistas: Putin se anexa Crimea (2014) y despliega una guerra en Ucrania; Trump pretende Canadá y Groenlandia, y permite arrasar Gaza para su anhelada ‘Riviera de Oriente’. 

Las democracias occidentales flaquean, intentan unirse pero hay fuerzas externas e enemigos internos que lo impiden. La transformación del orden mundial, los desafíos geoestratégicos conducen en una solo dirección: seguridad y defensa, preparación para la guerra. El presupuesto europeo que, según Ursula von der Leyen, construía miles de kilómetros de carreteras en Europa habrá de destinarse a infraestructuras que soporten el paso de tanques y otros vehículos militares. 

Es el signo de los tiempos. Nuestros felices años veinte.

*Artículo publicado en Ideal, 25/05/2025.


domingo, 25 de mayo de 2025

CÁDIAR, NUESTRO PARAISO.

 Con la música del Grupo Pulso y Púa Alpujarra.



91 CUMPLEAÑOS DE MI TITE JORGE.

 Felicidades...









I ENCUENTRO CORAL CIUDAD DE UGIJAR 2025.

 Esta noche en el convento franciscano de Ugíjar se ha celebrado un encuentro entre la Coral Al-Bojaira de Cájar,, el Grupo Vagans de La Alpujarra, la Orquesta de Pulso y Púa Alpujarra y por último la actuación conjunta de todos. Acompañados al piano por Marta García Cámara, profesora de piano del Real Conservatorio Superior de Música Victoria Eugenia de Granada.

 Ha sido una maravilla. 

ENHORABUENA A TODOS Y EN ESPECIAL A SIXTO.


































sábado, 24 de mayo de 2025

Artículo completo | El canalla como ideal: por qué el neoliberalismo premia al que desprecia

EL CANALLA ES EL NUEVO HÉROE DEL CAPITALISMO TARDÍO


Vivimos en una sociedad donde ser una buena persona no cotiza. Es sospechoso. Es “blandito”. Y el algoritmo, como el mercado, penaliza la ternura y recompensa la puñalada. ¿Para qué cuidar si puedes destacar? ¿Para qué empatizar si puedes pisar? Esa es la lógica que ha convertido el canallismo —esa mezcla de cinismo, egoísmo y crueldad sonriente— en una identidad aspiracional.


La bondad no vende. La ternura no viraliza. El sistema necesita antagonismo, ruido, conflicto. Porque si nos organizáramos desde el cuidado, si entendiésemos que nuestras vidas están entrelazadas, entonces empezaríamos a cuestionarlo todo: desde los sueldos de miseria hasta los algoritmos que deciden lo que vemos, lo que deseamos, lo que odiamos. Por eso el canalla no es una anomalía: es el ciudadano modelo del neoliberalismo. Agresivo, competitivo, narcisista. Perfectamente adaptado al desastre.


Lo grave no es que haya gente así. Lo grave es que les aplauden. Les votan. Les dan platós, micrófonos, editoriales. Les celebran como si fueran valientes, cuando en realidad no son más que cobardes con traje y community manager.


EDUCACIÓN PARA PISAR, INFLUENCERS DE LA CRUELDAD Y LIBERTAD SIN ÉTICA


Desde pequeños nos enseñan que hay que destacar. Ser los mejores. Brillar. Competir. Ganar. Y claro, en un mundo así, cuidar al de al lado no sirve para nada. Al contrario: te retrasa. Te hace débil. Así que aprendemos a mirar hacia otro lado, a justificar lo injustificable, a normalizar el dolor ajeno. Se educa para ascender, no para convivir. Y así, el canalla no solo sobrevive: prospera.


No es casual que los grandes referentes de la derecha contemporánea —Trump, Milei, Ayuso, Bolsonaro— sean modelos perfectos del canalla sin vergüenza. Han demostrado que se puede mentir, insultar, robar y seguir ganando. Porque si algo ha enseñado el poder en los últimos años es que ser mala persona sale gratis. A veces incluso da beneficios.


Y ahora, además, está de moda. No hay más que abrir TikTok. La crueldad se monetiza. La empatía, no. Hay influencers cuya marca personal consiste en burlarse de quien sufre, humillar al diferente, reírse del feminismo, del ecologismo, de los derechos humanos. Convertir en chiste lo que debería ser un escándalo. Y lo peor no es que lo hagan. Lo peor es que funcionan.


Lo llaman libertad de expresión. Pero no es libertad: es impunidad. No es personalidad: es violencia performativa. No es sinceridad: es brutalidad con aplausos. La nueva derecha emocional ha conseguido una cosa muy peligrosa: transformar la falta de ética en autenticidad. Y así, el canalla ya no se esconde. Se exhibe. Se enorgullece. Y se reproduce.


SER BUENA PERSONA ES SUBVERSIVO. Y LO SABEN


En este contexto, ser buena persona se ha vuelto revolucionario. Es ir a contracorriente. Es elegir la solidaridad en un mundo que premia la competencia. Es frenar un comentario machista en una comida familiar. Es no compartir el vídeo que humilla a alguien. Es poner el cuerpo cuando insultan a una compañera. Es decir que no a la deshumanización aunque lo digan los más seguidos, los más votados, los más influyentes.


La bondad es hoy un gesto de disidencia. Porque va contra todo lo que este sistema celebra.


Y por eso hay tanto empeño en ridiculizarla. Porque saben que si dejáramos de competir para empezar a cuidarnos, su mundo se vendría abajo. Porque no habría espacio para el fascismo si la empatía fuese hegemónica. Porque no podrían sostenerse los abusos si todas y todos nos atreviéramos a nombrarlos.


La pregunta es sencilla: ¿quieres ser el que levanta o el que pisa? El que suma o el que desprecia. El que cuida o el que escupe. Porque esa decisión no es solo personal: es política. Y urgente.


No necesitamos más canallas con megáfono. Necesitamos a quien, en medio del barro, elige no ensuciarse el alma.