Y de repente se hizo de noche. En una tarde de finales de octubre, en pleno otoño, después de un espléndido atardecer se hizo la noche, pero no era oscura estaban la luna y las estrellas iluminando nuestro camino.
Amaneció lloviendo, una suave lluvia que calaba mis huesos, que alegra al campo, que limpia nuestro aire, que da vida. Después las nubes se asustaron y huyeron a algún lugar donde no tenían miedo.
Quedó la tarde soleada con ese olor a tierra mojada que llena todos nuestros sentidos. Para una tarde así lo mejor es un libro entre las manos y viajar plácidamente por los mundos de nuestra lectura.
Y de repente se hizo de noche...
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