Las Minas del Conjuro.
Las minas del Conjuro se localizan en el cerro del mismo nombre, a casi 1.400 metros de altitud sobre el nivel del mar, y separados del pueblo de Busquístar por el Barranco del río Trevélez. La explotación minera de “El Conjuro”, se extiende por parte de los términos de Busquístar, Cástaras y Almegíjar.
Aunque El Conjuro esté dominado, actualmente, por las escombreras y las ruinas de las edificaciones relacionadas con la explotación minera, y el Cable aéreo de las Minas del Conjuro-Rules, puede ser esta una estupenda meta para un paseo en la montaña. Los caminos que parten de la zona minera son zigzageantes, para facilitar los desniveles del terreno.
El entorno está surcado de caminos históricos, como la Carihuela del Conjuro y el Camino de Ferreirola. Así mismo se conservan infraestructuras tradicionales para la molienda y la elaboración de alimentos, que podemos visitar, como son la antigua fábrica de harinas, el Molino de Busquístar, y el Puente de Los Helechales.
El aprovechamiento del mineral de la Alpujarra se ha ido produciendo desde la Prehistoria, y el Cerro del Conjuro no era una excepción. De hecho, se han encontrado lucernas-candil de uso minero, de época Andalusí, datadas entre los siglos IX y X.
En el Catastro del Marqués de la Ensenada, escrito a mediados del siglo XVIII, se puede leer en relación a Busquístar:
En el término de este lugar, en el Zerro que llaman de las Minas hay dos (minas) de hierro pertenecientes a don Joseph Garrasda, vecino de la Villa y Corte de Madrid (…).
Estas explotaciones mineras eran muy rústicas y artesanales.
La mayor transformación del territorio tuvo lugar a partir del siglo XIX, con la liberalización de la industria minera en España, en 1825. Fueron desde entonces, muchas las explotaciones de plomo, hierro y mercurio, que se extendían por la Sierra Lújar, Busquístar, Cástaras, Nieles y Tímar.
En 1856 se registraron las primeras concesiones mineras en el Cerro del Conjuro, a un grupo financiero hispano-francés cuya cabeza visible era el banquero madrileño Adolfo Bayo. La explotación del hierro de El Conjuro presentaba varias dificultades, entre ellas, la falta de vías de comunicación para transportar el mineral, desde estas altitudes hasta la costa, pero el prometedor informe del ingeniero civil M. Stéphen Czyszkowski, hizo que la compañía francesa Societé Schneider et Cie., se fijara en ella. En 1899 la compañía francesa, compró las minas del Conjuro, San Adolfo, Santa Elisa y San Augusto por tres millones de francos, iniciándose una nueva era metalúrgica.
Hasta 1915, el mineral era transportado hacia la costa en una combinación de diversos transportes: carretera, ferrocarril y cable aéreo. Primero hacia la playa de Calahonda, donde debía construirse un embarcadero, que nunca se materializó. Y posteriormente hacia el puerto de Motril.
A partir de 1954, la mina pasó a manos de ENSIDESA (Empresa Nacional Siderúrgica Sociedad Anónima) comenzando un ritmo de explotación mucho más intenso, que se mantuvo hasta su cierre definitivo, en 1974. Estas minas abastecían fundamentalmente los hornos de Avilés. Para garantizar el transporte del mineral, fue necesario construir un cable aéreo de 18 kilómetros de longitud, desde El Conjuro hasta Rules, y desde allí, se enviaba el mineral en camiones al puerto de Motril. Pero, los fuertes vientos reinantes en la zona, acrecentados por la forma de embudo del barranco, provocaban que las vagonetas descarrilaran. Esto obligó a que el acarreo del mineral, hasta Motril, se hiciera solo por carretera. La explotación se realizaba a cielo abierto mediante el método de bancos escalonados de 10 metros cada uno. A mediados de los años 50 del pasado siglo, se extraían más de 16.000 toneladas de mineral por año. Esta cantidad se fue incrementando hasta llegar a los casi 240.000 toneladas en el año 1961.
En las minas del Conjuro trabajaban más de 150 obreros, que procedían de los pueblos cercanos. La plantilla se completaba con el directivo, los técnicos auxiliares, personal administrativo y subalternos.
A principios del año 1974 las Minas del Conjuro cesaron su actividad, causado por el agotamiento de las menas de hierro. En febrero de ese mismo año cedieron gratuitamente a la Universidad de Granada, una parcela de casi 27.000 metros cuadrados, en las que se pretende levantar un centro turístico y de investigación.
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