Es difícil negar que la situación política española se parece mucho a una tomadura de pelo. Empieza en septiembre el curso político del mismo modo que acabó: la mentira nuestra de cada día. El Gobierno y su corte mediática pintan de rosa una existencia marcada por la corrupción, los datos duros y las realidades personales dramáticas.
Pero no se nos olvide nunca, y ahí está la familia Pujol para confirmarlo, que la pela es la pela. Reconozcamos que la situación política española es antes que nada una tomadura de pela. La corrupción aquí parece una extensión más, una deriva partidista y personal, de una realidad política sometida al dinero. Si la política se concibe como un ejercicio legal a favor del dinero y de los bancos, es lógico que los partidos y los políticos acabe creyéndose con derecho de pernada a llevarse su tanto por ciento.
Las puertas giratorias se ponen en movimiento y levantan una ventolera que empuja los billetes, como hojas del otoño democrático, a los saldos de beneficio de los especuladores, la caja B de los partidos y los bolsillos de los padres de la patria. La puerta giratoria va de la especulación a la política y de la política a los consejos de administración con una frescura que pela.
La puerta giratoria de ida y vuelta es en verdad una ruleta rusa para el bien común. Don Luis de Guindos llegó al Ministerio de Economía después de haber sido miembro del consejo asesor de Leman Brothers, una compañía global de servicios financieros que estuvo en el origen de la crisis por su apego a las hipotecas basuras. Don Fernando Jiménez Latorre, su antiguo Secretario de Estado, abandona el cargo para incorporarse al Fondo Monetario Internacional. El hueco que deja lo ocupa don Íñigo Fernández de Mesa, formado como economista en Barclays, en Lehman Brothers y en Grupo Banco Mundial. Como Fernández de Mesa era Secretario General del Tesoro Público, el hueco que deja para llenar otro hueco más alto, es ocupado a su vez por doña Rosa María Sánchez-Yebra, que era directora de Gabinete del ministro, no sin antes haber trabajado como consejera del Fondo Monetario Internacional.
¿En qué manos estamos? Más bien estamos en un trabalenguas del dinero que solo tiene una dirección: la economía capitalista neoliberal. Se ve muy lógico el empobrecimiento sistemático de las mayorías a través de los altos negocios para el enriquecimiento de una élite. Más allá de la corrupción, el problema grave es que en su ética el bien no tiene que ver con unos servicios públicos dignos para los ciudadanos, sino con una deslumbrante cuenta de beneficios para los grandes empresarios y los especuladores. Y la realidad ha demostrado una vez más que el bien común es incompatible con la avaricia de las élites.
Si miramos a Francia, la situación nos demuestra que la socialdemocracia europea trabaja en la misma ventolera. Emmanuel Macron, el nuevo ministro de economía de presidente Hollande, es en realidad un directivo de la banca de inversión Rothschild. Los problemas de la socialdemocracia no se solucionan con un cambio generacional. En esta película de la especulación protagonizada por el guapo, el feo y el malo, de nada sirve cambiar al feo por el guapo, si al final los dos trabajan a las órdenes del malo. Es inútil y poco creíble en la política de hoy una socialdemocracia que trabaje al servicio de los bancos. De verdad que hay un problema de fondo, que no es sólo del PSOE en España, sino de toda la democracia europea que necesita otra vez la unión de las clases medias progresistas y de los trabajadores para responder a la agresión violenta de un capitalismo sin escrúpulos. No es hora de confundir la responsabilidad de Estado con una puerta giratoria, porque en realidad se trata de una ruleta rusa en la que siempre gana la banca.
Y en este horizonte, la pela es la pela. La política se acostumbra a hacer reformas laborales, cambios de constitución y leyes hipotecarias al servicio de los bancos y de los grandes empresarios. ¿Por qué el humilde político no va a pensar en su bolsillo? La pela es la pela, piensan el tesorero Bárcenas y el gran hombre de la Transición, el honorable Jordi Pujol. Uno se imagina ahora las grandes negociaciones políticas con muchas carpetas sobre la mesa. No contenían información sobre el bien común de España y Cataluña, sino sobre cuentas en Andorra y Suiza.
Las declaraciones de PP sobre el caso Bárcenas han sido una tomadura de pelo. Las declaraciones de Pujol, las viejas y las nuevas, son una tomadura de pelo. Pero sobre todo, no se nos olvide, son una tomadura de pela. Sus fortunas salen de sudor y del hambre de la gente.
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